Temporada de cambios

julio 19, 2018 Desactivado Por Alejandro Salazar

TIERRA DE BABEL

Jorge Arturo Rodríguez

 

“Que grandes e inesperadas

carambolas gobiernan el mundo,

lo mueven, lo destrozan o lo rehacen.”

Ramón Gómez de la Serna.

 

Más rápido y nada furioso, AMLO asumió la presidencia de México con anticipación, mientras Peña Nieto se quedó como perrito moviendo la cola, pero éste, mañoso, a pocos meses de largarse –¿con pensión?-, ya pidió ante la Comisión de Valores de Estados Unidos otros 10 mil millones de dolaritos, dizque para “propósitos generales del gobierno, incluyendo refinanciación, recompra o retiro de endeudamiento local o externo”. Así de sencillito son las cosas en México, aunque me digan que son otros tiempos, que es “temporada de cambios.”

         Desde luego, no hay imposibles, hay dudas, escribiera Williams Deer. El chiste es que pareciera que el presidente es ya AMLO, con su proyecto-programa “Pejelandia”, donde todo es posible y corremos a mil kilómetros por hora hacia un país feliz. Sólo espero que después no nos agarre “el corre que te alcanza”, porque no habrá WC para tanta ilusión hecha mierda, ni mucha tierra donde “evacuar” porque ésta estará ya vendida: “Prohibido el paso”.

Pero no seamos fatalistas, carajos. Aún hay tiempo para recomponer y recuperar lo perdido.  Ajá. De los 50 puntos que López Obrador presentó para combatir la corrupción y haya austeridad, todos me aterran, ¡oh, Dios!, que no sean cumplidos, mínimo, ni la cuarta parte. No es enchílame otra, y tiempo no hay mucho; sí muchos rejegos y penjamos. ¿Y tu nieve? De queso mis quesadillas. Pero por algo hay que recomenzar.

Un anunció del Peje me está haciendo mucho ruido, aquello que llamo “La invasión de los chilangos” –no quedó ningún defeño. (Advierto que es una broma lo de “Invasión…”, no me vayan a tildar de “enfermo discriminatorio”.)

Cuando AMLO anunció la reestructuración total del aparato burocrático, dijo: “El proceso de descentralización es, como ya lo explique, un proceso, va a llevar tiempo, pero sí vamos a cumplir el compromiso de descentralizar el gobierno federal. No (hay una fecha límite), es un proceso. Yo espero que en el primer año ya tengamos algunas (dependencias) en los estados, y poco a poco se va a ir avanzando”.

Agregó: “No es: ya se resolvió por decreto que se vaya la Secretaría de Agricultura a Ciudad Obregón; la de Turismo en Chetumal, y ya váyanse los trabajadores. No. Tenemos que crear las condiciones para eso. Además, no vamos a imponer nada. La línea, el criterio de actuación del próximo gobierno, es nada por la fuerza, todo por la razón y el derecho.” O sea, nada con exceso, todo con medida. A mí, mis enmoladas con mole.

En Veracruz, ¿qué madres nos enviarán? Lo siento por las personas que tendrán que, esos sí, cambiar de vida, a la de a güevo. Dinero sobrará, faltaba más, faltaba menos. Aquí sólo mis chicharrones truenan, ¿o no, AMLITO? Y ya ni hablar del punto 21 de su lista de austeridad y combate a la corrupción: “Reducir en un 70% todo el personal de confianza y 70% de gastos en lo respectivo.” Habrá un problemón, a lo Pokémon: ¿a qué estamos jugando?, ¿a lo real o a lo virtual?

Enrique Quintana, en su columna escribió “AMLO, buenos propósitos, mala ejecución”, y respecto a la reubicación de las secretarías mencionó: “Tenemos 50 años hablando de descentralización y de evitar la concentración de personas en la Ciudad de México. Así que conceptualmente no está mal pensar en reubicación de secretarías. Pero hasta ahora no se ha presentado un plan coherente. Y tenemos casos como el de la SEP que se plantea que desde el día 1 de diciembre despache en Puebla. Los riesgos de improvisar y crear un caos administrativo son enormes si no se da coherencia a la propuesta.” (elfinanciero.com.mx, 17-07-18).

Luego entonces, ¿con quién te vas, con melón o con sandia? O lo que es lo mismo, a río revuelto… Y eso que el show aún no empieza, y todos tenemos boleto.

 

De cinismo y anexas

 

El español Jacobo Siruela, en entrevista se le preguntó: “¿De qué sirven los libros en un país como México, en el que a las persona se las disuelve en ácido?” El fundador de la prestigiada editorial que lleva su apellido, contestó: “Evidentemente los libros no van a solucionar ese problema. Pero los libros son conocimiento, y el conocimiento es algo fundamental, importantísimo. Lo que pasa es que el conocimiento del bien y del mal es un problema filosófico, moral y ético, que realmente comporta un esfuerzo, y las sociedades están bastante llevadas por la inercia. El mal terrible que está pasando, las cosas atroces que he visto que pasan en México, son de una complejidad enorme, es un sistema piramidal granítico que no cambia, que ya se ha apoderado de las estructuras del Estado. El ser humano puede cambiar. Creo que es fatal ser fatalista. Si se cae en el fatalismo eso nunca cambia. Pienso que el principio de la realidad no está fuera de nosotros, sino dentro. Está en la mente de cada persona. Y si esa persona cae en el fatalismo, su vida va a ser fatalista. Aquí veo que hay fatalismo, lo cual lo entiendo. Pero en lugar de grandes cambios hay que empezar con los pequeños, hasta cambiar cada vez más las cosas.”

         Ahí se ven.

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